ABOUT THE COLLECTION

Del 65, del 95 o del 25. En cualquiera de
ellos, anhelábamos las eternas horas bajo el sol en nuestra playa favorita. Levantarnos con la alarma entrañable del cantar de los pájaros, o con el aroma del primer café de la mañana. Salir hacia el mar usando esos tesoros que parecen heredados de generaciones atrás, pero que seguirán hablándole a las generaciones por venir. Siluetas que hilan recuerdos y se convierten en la memoria de lo atemporal, lo que permanece, lo que es eterno. El momento en que fuimos uno con el mar, nadando hasta ver caer el sol. El sentir de ese primer cruce de miradas con un amor que quizá no fue. O las primeras risas de un pequeño ser
caminando hacia el agua, junto a ese amor que sí lo fue. Y siempre, como testigos, los tesoros: el hilo del pasado, el presente y el futuro de un verano eterno.